Ciudad de Oaxaca, un recuerdo en blanco y negro
Oaxaca, Oax.- En el vaivén de estos días de “celebración” por los 486 años de la ciudad de Oaxaca, lo curioso es que los oaxaqueños ya no sabemos ni qué es una Calenda, ni qué es un Convite.
Solo vamos a la “fiesta”, escogemos un buen disfraz y nos formamos como chivos siguiendo la música y tomando un mezcal de marca.
Así, al ritmo de la ignorancia e influenciados por la mercadotecnia turística vamos perdiendo el sentido de las costumbres que en algún momento nos dieron identidad, porque tenían una razón de ser.
En los últimos años, los habitantes de esta ciudad nos arropamos por la imagen colorida de un Oaxaca bonito de un día, y nos despojamos del sentido que cada elemento cultural posee: una manda, el agradecimiento o la fe.
A la ciudad de Oaxaca le urge una celebración al interior de cada uno de sus habitantes para reflexionar: ¿qué estamos haciendo con nuestro patrimonio tangible e intangible?, ¿cómo lo tratamos?, ¿cómo le aportamos?, ¿cómo le defendemos? ¿cómo lo difundimos?
Compartir nuestra tradición a través de productos turísticos es posible, siempre y cuando nos responsabilicemos de salvaguardar su esencia al prácticarla, y de difundir su contexto de origen.
Y así evitaremos que la fantasía de quienes hoy regentean chinas, monos y bandas de viento, sigan destruyendo el sentido de las costumbres ante la voracidad de lucrar con la tradición.
Hoy que se celebra a la ciudad de Oaxaca y al mirar su centro histórico, vemos que es legado bello y generoso, pero ya está muy lastimado, tanto por la naturaleza en los últimos meses, como por la ambición del ser humano.
Esta parte legendaria de la ciudad merece ser amada para poder seguir viviendo en sus calles, no de sus calles. Para que sea más honesta al contarnos el paso del tiempo, más que solo ser una escenografía de lo que un día fue.
De esta antigua ciudad parece quedarnos solo la hermosa nostalgia de sus imágenes en blanco y negro, y recordar las inagotables hazañas de autoridades y ciudadanos que fueron más amorosos y responsables de su entorno.
Hoy las condiciones de maltrato e indolencia hacia el centro histórico de la ciudad de Oaxaca, tal vez sean el reflejo de lo que somos los que aquí vivimos.
Quizás a los oaxaqueños de otras partes del estado o a los visitantes nacionales o extranjeros sean quienes tengan que exigir que esta ciudad Patrimonio Mundial no sucumba, un día, ante la indiferencia de sus propios herederos.
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