Texto y fotos: José Luis Pérez Cruz

Oaxaca, Oax.- Los vecinos del templo de Nuestra Señora de La Merced, no sólo llegan acompañados de sus animales de compañía para que reciban la bendición del sacerdote católico, también traen en su mente, los recuerdos de aquellos tiempos, donde la fiesta a San Ramón Nonato era tan grande y alegre, que hoy es únicamente un recuerdo inolvidable.

La gente que ha llegado no quiere irse, a pesar de que guardan con urgencia el improvisado altar ante la inminente lluvia.

Fieles a una tradición que por décadas a caracterizado al templo de La Virgen de La Merced, los antiguos vecinos después de acercar a sus animales a la imagen de bulto de San Ramón Nonato y recibir un baño de agua bendita, se sientan en el abandonado atrio de esta iglesia a platicar, a la espera de encontrarse con algún conocido, de mirar el desfile de mascotas en una zona donde la devastadora gentrificación roba y desplaza poco a poco a los antiguos habitantes y sus costumbres.

Un moreno danzante de la pluma posa con paciencia en los brazos de su dueña, antes de ser bendecido por el padre, su atuendo es tan delicado, que es notoria la paciencia con que fue confeccionado especialmente para este dócil perrito.

Perrita ataviada con el traje regional que identifica a la ciudad de Oaxaca.

Una China Oaxaqueña de falda color bugambilia llega apresurada, mirando desde lo alto a los perros, que como ella, han llegado a una cita anual que se resiste a ser consumida por la falta de oaxaqueños creyentes en la zona. De inmediato, esta perrita ataviada con el traje regional que identifica a la ciudad de Oaxaca, capta la mirada de todos, y más cuando su ama le coloca su canasta enflorada en la cabeza, los celulares la rodean para ser fotografiada con insistencia.

Esta vez el sacerdote católico no habló a los creyentes sobre San Ramón Nonato, tampoco esperó el tiempo acostumbrado para dar la bendición a las mascotas que llegan de lejos.
No hubo música, ni la vendimia de antojitos que solían llegar para deleitar la panza. Los integrantes de un grupo folclórico llegan disfrazados con un atuendo que no se usa en lo cotidiano, para marcar un territorio que no les pertenece, y hacerse publicidad de una identidad falsa.

La gente que ha llegado a sostener la Festividad a San Ramón Nonato este 31 de agosto no quiere irse, a pesar de que el padre católico y su equipo de trabajo han guardado con urgencia la imagen y el improvisado altar. Pero es finalmente la lluvia la que logra despedir a los feligreses del atrio, mismo que rodea un templo cerrado por obras de restauración ante las afectaciones de los sismos de los últimos años.