Casilda Flores Morales, reflejo de una identidad que se extingue
Oaxaca de Juárez, Oax.- Cuando doña Casilda Flores Morales cumplió 80 años de edad, sus familiares le organizaron una gran fiesta en su casa, a su patio llegó la Banda de Música del Estado para amenizar la sabrosa comida, sin embargo, la festejada advirtió a su familia e invitados que ella se retiraría por la tarde, porque tenía una cita que no podía dejar atrás.
El cumpleaños número ochenta de la llamada ‘Samaritana Oaxaqueña’ coincidió en 1990 con la Semana Mayor de la Cuaresma, justo el Lunes Santo, día en que doña Casilda como muchos otros creyentes católicos, acudían a la procesión del venerado ‘Señor del Rescate’, antigua imagen que hasta la fecha sale en procesión por las calles aledañas a la Basílica de Nuestra Señora de la Soledad.
“Mira mijo, harás la comida y todo, pero yo ese día me voy a ver a mi Señor del Rescate” le dijo doña Casilda a su hijo Gerardo. Y tal como lo anunció, llegada la hora salió de su fiesta para cumplir con su lealtad a las creencias que le fueron inculcadas desde niña, y que a lo largo de los 85 años que Dios le dio vida, jamás cambió.
Famosa mundialmente por la ricura de sus aguas frescas, como la horchata con tuna, el limón con chía, durazno y chilacayota, entre otros sabores seductores al paladar, doña Casilda Flores Morales preparó con la maestría que dan los años, un legado gastronómico que su tercera generación todavía conserva y comparte con quienes llegan a su puesto en el Mercado Benito Juárez Maza.
Más allá de la virtud de preparar aguas frescas, Doña Casilda ha sido una personalidad poco valorada ante su compromiso social que tuvo en su época, por sus aportaciones humanitarias reflejadas en su comunidad y por defender la identidad oaxaqueña.
Una identidad que actualmente, ante la ignorancia de los productos turísticos, se destruye y malinterpreta por autoridades y sociedad civil, en aras de hacer comparsa de legendarias costumbres.
Ya han pasado 25 años de su muerte física, y hoy se cumplen 110 años del nacimiento de una oaxaqueña, que sin tener cargos públicos ha dado a su tierra más beneficios sociales que quienes viven del erario.
Una mujer que sin estudios logró promover a su estado, más allá de quienes hoy se dicen paladines de la cultura. Una mujer generosa, una oaxaqueña de las de antes, un corazón sincero que se engendró en el mercado más antiguo de Oaxaca, en el linaje de una cultura que se extinguirse lentamente.
– FLORES PARA CASILDA
El bullicio en el Mercado Benito Juárez Maza parece que se arrecia con el calor de estos días primaverales en Oaxaca, el colorido de los puestos de flores se alinean para dar paso a uno de los expendios de agua más buscados, el oasis refrescante se llama ‘Aguas Casilda’.
Es abril de 2014, sentada en uno de los bancos del antiguo negocio Socorro Valera Avella, nieta de doña Casilda moja los recuerdos y comparte sus vivencias al lado de su abuela. La fecha del cumpleaños de doña Casilda Flores está latente y su descendiente mira al pasado entre esas celebraciones.
“Ella celebraba sus cumpleaños, más que nada con sus compañeras del mercado, doña Margarita y doña Lola llegaban siempre con sus ramos de gladiolas y nube”, dice Coco mientras descansa de la larga faena del día, el agua de horchata y chilacayota se acabaron y por eso se puede sentar a platicar.
Los cumpleaños de doña Casilda eran comidas, grandes o chicas, pero siempre con la familia, la música de un trío y la genuina comida oaxaqueña, recetas comunes pero con el sazón personal de su dinastía. A la celebración se sumaban sacerdotes, las amistades y los compadres, la buena plática y una identidad que hoy es casi extinta.
Siempre desprendida y de carácter noble, Coco recuerda a su abuela, sus mejillas se humedecen de manera incesante se limpia los ojos y se disculpa, “me da mucho sentimiento recordarla, han pasado muchos años de que murió, fue una excelente abuela”.
Hace años el Ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca le entregó a la familia de Doña Casilda Flores Morales el nombramiento de ‘Oaxaqueña Inolvidable’, uno de muchos reconocimientos que tapizan las paredes de su casa, allá en el Barrio de China, céntrico asentamiento de la Antigua Antequera.
Su reconocimiento en la historia no sólo la coloca como una luchadora social, que se sumó con voz y presencia para cimentar los intereses de su pueblo, su mano se unió al grupo de oaxaqueños que buscaron la creación del Monumento a la Madre y a la recolección de joyas que se fundieron para crear la corona que se colocó en las sienes de la Santísima Virgen de la Soledad en 1959.
Así era doña Casilda Flores, una mujer alegre y de gusto, que se tomaba su copa de mezcal y degustaba el anís, cocinera de estofados y madrina de decenas de compromisos que hoy nos legan la más pura tradición oaxaqueña.
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