La vendedora de milagros
Tlacolula de Matamoros, Oax.- Hombres y mujeres inmóviles se sujetan de un listón en forma de moño, desafían la gravedad y la fuerza de un alfiler; a su lado, también hay niños, niñas y hasta bebés. La música suena y el bullicio de una fiesta patronal los agita. Todos están formados, listos, esperando un motivo que los envuelva en un milagro.
Al lado de las figuras humanas hay colgados algunos corazones, riñones y ojos. “¡Son más de cien figuras!, también tengo libros, porque hay niños que son muy duros de la cabeza, a veces la gente compra un libro para ver si Dios les da a sus hijos el entendimiento”. Platica con gusto la joven Yaneli Sánchez Monterrosa, vendedora de milagros.
Desde hace 38 años, la mamá de Yaneli se dedica a expender artículos religiosos en las ferias, en esas verbenas que circundan los atrios de los templos durante la celebración de una fiesta patronal. Así, la familia de la ‘vendedora de milagros’ recorre las ocho regiones de Oaxaca.
Yanelí atiende con esmero a cada devoto que llega a su puesto, su trato es cariñoso y paciente. Su figura se pierde entre los marcos dorados y los rosarios que cuelgan del techo que cubre su espacio de venta; sus manos brillan con cada movimiento, son los restos de diamantina que no se fijaron en los pequeños retablos que ella misma elabora.
La joven oaxaqueña centra su atención en dos exhibidores de madera forrados con terciopelo, donde cuelgan diversas figuras de metal que son coronadas con lazos de colores. En esos espacios reposa el potencial de fe y devoción de decenas de católicos, de quienes creen en los lazos de comunicación con un ser superior y los arraigan a una cultura de fervor.
Las figuras que más se mueven en esta venta de creencias, son los diminutos cuerpos que dan forma a hombres y mujeres, también los animalitos de corral son buscados para solicitar a la imagen católica festejada, sea generosa en la productividad del campo en el transcurso del año.
La `vendedora de milagros´ cuenta, que en Oaxaca sólo se maneja un tamaño en las figuras de metal, pero tiene entendido que en otras partes del país se expenden milagros de dimensiones más grandes. A su consideración, no es el tamaño del ‘milagro’ lo que marca la fe, sino la devoción con que este objeto se ofrece a Dios.
La mayoría de los productos devocionales que expende Yaneli y su familia son confeccionados manualmente, así, entre su destreza y paciencia visten réplicas de vírgenes, cristos y santos; dan forma a rosarios en colores vivos y los confeccionan con diferentes tipos de cuentas. Tejen, cortan, adhieren; todo, de forma artesanal.
”A mí me reconforta este oficio al ver la fe, me recuerda que es algo que no debemos perder. Todo esto no es sólo tradición, es la esperanza del ser humano y de la vida. Es confiarle a Dios que sucedan los más grandes prodigios”.
La vendedora de milagros deja la plática, y alcanza a unos clientes, les muestra una imagen del Señor de Tlacolula, y después de acordar el precio de venta, satisfecha guarda el dinero en su mandil.
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