Carta a Luz Estela
Querida Luz Estela:
Hace nueve años no recuerdo cómo celebramos tu cumpleaños, ni qué te regalé, faltaban dos días para la boda de tu hijo ‘El gordo’, tu semblante no era el mejor, la enfermedad te estaba consumiendo. Pasaría un mes y cuatro días para no volverte a ver jamás, al menos de manera física.
Ni en el momento más crítico hubiera pensado en que te irías, que no te volvería a mirar enojada o contenta, en medio de una enorme carcajada o enchilada por algunas decisiones de tus hijos. Ya no hubo nada qué hacer, no hubo doctor, ni medicina.
Yo rezaba con Paty cuando abandonaste tu cuerpo, le dije a la enfermera que hiciera algo, ella me dijo que ya, que ya te dejara ir. En ese momento guardé el llanto en el estómago, te hablé al oído para pedirte un último deseo. Todo fue tan rápido y han pasado tantas cosas, que si yo te contara…
Ni creas que no me di cuenta que te costó trabajo irte, lo sé porque de vez en cuando hurgas mis sueños así como husmeabas mis libros y mis textos, sé que me extrañas, sé que estás contenta porque aprendí bien a sembrar las flores y a perderme en esas pláticas inagotables, donde me encuentro con ese Oaxaca que tanto amamos.
Últimamente he ido mucho al mercado, me gusta pasar por el pasillo de ropa típica y de los huaraches, también por donde están los juguetes y las mercerías. Ha cambiado mucho, ya casi no hay puestos, puras casetas. Me hubiera gustado tanto haber conocido el mercado como cuando llegaste por primera vez a vender a él.
Hay ocasiones que me topo con algún acervo fotográfico o con algún libro de antes, te busco minuciosamente entre la gente fotografiada en la plaza, repaso y repaso para reconocerte, no te he encontrado hasta ahora, ni a ti ni a tu mamá. Pienso que si mi abuela vio a un fotógrafo rondarte lo mando muy lejos y con puras leperadas, esa güerita tan chula, de enormes ojos y de sonrisa franca solo fue para quienes tocamos tu corazón.
He imaginado la escena cuando doña Casilda le pidió a mi abuela -Lola La cantarera- que te dejara bailar con las otras muchachas del mercado, ese día histórico en el que por primera vez siete chinas oaxaqueñas subirían a un Lunes del Cerro. Veo las fotos con tu amiga La Chatita de ese momento y me da sentimiento, luego, mis amigas Coco y Bertha me enseñaron una imagen donde estás bailando con una enorme estrella en el cerro, ese día no lo olvido, me emociona.
Si vieras como han cambiado tanto las cosas, tampoco te quedarías callada, nunca lo hiciste, siempre hablaste fuerte y claro. Tú respetabas mucho las cosas de Dios, y esta cultura que me heredaste es de Dios, no hay más. Eras de otra madera Lucha, de convicciones, de congruencia, de palabra. Rezabas harto, pero actuabas más.
Nunca me gustó que el día de tu cumpleaños coincidiera con el Día de las madres, era injusto, pero así tenía que ser. Amaste ser madre, nueve hijos tuviste y yo la fortuna de ser uno de ellos.
Hoy me hace feliz ser dueño de un amor tan grandote, de la identidad que me concediste. De los días buenos y de los momentos de aprendizaje. De los viajes, de los días de plaza, de las lecciones para aprender a vender fruta o juguetes. De las noches de lectura cuando intercambiábamos el libro semanal por el sentimental. Del gusto por vivir.
Pienso que si estuvieras aquí, y probaras la mentada comida fusión que está tan de moda, ya te imagino lo que dirías, si leyeras esas cartas de algunos restaurantes. Nadie que se haya sentado a tu mesa podrá olvidarte. Yo no he vuelto a comer igual. Pero el amor que preparabas a ritmo de tu plática en las brasas del carbón, tuvo una vigencia y el que comió, comió.
Me acuerdo que un día me diste un regalo de cumpleaños con una enorme cara de satisfacción, porque sabías que me volverías loco, me entregaste la cajita con una cruz de filigrana. Mis ojos se volvieron enormes, todavía no puedo creer como localizaste el regalo más bello de mi vida.
Hoy es 10 de mayo, hoy es tu cumpleaños, hoy estás en todos lados. Me han pasado tantas cosas bonitas mamá, seguro que las ves. También me he caído muy feo, seguro también me viste, que pena. Si te sigo platicando no acabo, en el fondo cada madre sabe quiénes son sus hijos, además ahora me ves y no podría mentirte.
Querida Luz Estela, gracias por tan bonita vida que me regalaste. Podría decirte que te extraño, pero me has demostrado que siempre estás. Ahora de manera diferente, con un nuevo entendimiento, con libertad de encontrarnos con un buen mezcal, en el ‘Quinto patio’ de Emilio Tuero, o en cualquier templo donde la paz de Dios me conecta contigo.
Gracias eternas mamá y feliz cumpleaños.
Tu hijo José Luis.
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