¡Aquí es el puesto de Don Polo!
Oaxaca de Juárez, Oax.- ¡Puro de a peso tiene usted don Polo!, reclama Laura, una niña que juega con unas monedas entre sus manos chimecas y mira insistente los dulces que se tienden sobre una inmensa tabla, la pequeña de ocho años parece comandar a una bola de chamacos que observan los puñados de sueños que cuelgan de alambres y mecates.
Los niños corren, cuchichean y completan la morralla para mercar las ilusiones que se extienden entre cajones de madera en el puesto más visitado por los niños que se han criado en el Mercado Benito Juárez Maza.
Estas escenas se repiten desde hace casi medio siglo en un puesto donde la mercancía cobra vida a través de títeres de mano, matatenas, luchadores de plástico, loterías, cuerdas para brincar, trompos, baleros, yoyos, máscaras de luchadores, ranitas saltarinas y muchos dulces, de esos anhelos que los chiquillos de la plaza han jurado fidelidad.
Los años transcurren, y muchos niños ahora con cuerpo de adulto pasan por el mercado a buscar a su proveedor de los juguetes sin pilas, ¡Aquí es el puesto de don Polo! avisa orgullosa Cristina González Blas, la hija del juguetero más estimado en la antigua plaza de la ciudad.
“Mi padre vendió juguete en este local desde hace más de 45 años, él falleció hace tres, y ahora yo atiendo el negocio. Si preguntas por el puesto de don Polo, todo mundo te dice dónde está”, comenta Cristina.
Muchos niños del ayer todavía recuerdan a don Polo, pero paradójicamente, en los últimos años que sobrevivió don Hipólito, sus vivencias almacenadas en su puesto de juguete se fueron borrando, hasta que la enfermedad le arrebató sus memorias. Y a la edad de ochenta años se fue con su vendimia a otra dimensión.
Don Polo comenzó con la venta de anhelos infantiles en los tianguis del día de plaza de la ciudad de Oaxaca, cuando era inexistente la Central de Abasto y la vendimia de los comerciantes de todo el estado se asentaba en las calles aledañas a los mercados del centro.
Luego compraría su caseta en el área de juguetes y mercerías del Mercado Benito Juárez Maza, donde la fama de don Polo se acrecentó entre los infantes, en las intensas pláticas de los chiquillos que juntaban sus centavos para abastecerse de dulces, calcomanías o juguetes de manufactura mexicana en colores infinitos.
La sonrisa de Cristina se pierde entre las formas lúdicas que el plástico y la madera adquieren para regalar felicidad a grandes y chicos, para hablar con la hija de don Polo hay que esquivar los recuerdos colgados, ella está sentada al fondo de la caseta, cerca de la pared donde se sostiene un retrato de su famoso padre.
Quienes transitan por la zona de casetas del mercado Benito Juárez, de manera inevitable miran el puesto de don Polo, lleno de juguetes que a los niños de hoy poco les interesan, “nuestros clientes de ahora son adultos con alma de niño, quienes compran juguetes para llevárselos a su hijos y así conozcan con lo que ellos jugaron cuando eran niños”.
Una pareja de turistas se detiene y compra una resortera, Cristina corre para buscar cambio del billete con el cual le pagaron, son casi las dos de la tarde pero no tiene suelto porque las ventas han estado tristes, el comercio informal que abarrota las calles del centro afectan y le hace una mala jugada a este legendario puesto.
Don Hipólito González Baltazar nació en San Pedro Cajonos, Villa Alta, Oaxaca, conocido en la capital oaxaqueña como don Polo, su presencia no solo llenaba el imaginario infantil de los niños del Mercado Benito Juárez, también llevaba su vendimia a los extintos Lunes del Cerro y al zócalo de la ciudad durante las fiestas patrias.
“Muchos juguetes ha desaparecido con el paso del tiempo, pero siempre trato de conseguir los mismos productos que él comercializaba”, platica con nostalgia Cristina, quien desde niña aprendió con sus hermanos el oficio de su padre, y asegura que su compromiso es continuar con la venta de juguetes para que los niños grandes no se olviden de don Polo.
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