Maestros del Arte Popular son pilares de la cultura mexicana
Ciudad de México, Méx.- De generación en generación, los artesanos mexicanos se han convertido en los guardianes de técnicas ancestrales con las cuales transforman distintos elementos, como el barro, las fibras vegetales, la madera y las piedras, en verdaderas obras maestras.
Muchos empiezan desde niños y al lado de sus padres y abuelos aprenden a trabajar primero en las artesanías tradicionales para luego, comenzar a innovar a partir de esas mismas técnicas y sacar nuevas creaciones, a veces más grandes, con un mayor grado de dificultad o nuevos usos.
Pilar Núñez, de San Pedro Tlaquepaque, en Jalisco, es la quinta generación de una familia de alfareros que inició su tatarabuelo Pantaleón Panduro. Aunque ese municipio es famoso por la alfarería utilitaria, como cazuelas, jarros y ollas, también se hacen los nacimientos tradicionales llenos de figuras o monos, como generalmente la gente los llama.
La habilidad para trabajar el barro se ha conservado en la familia Núñez que cuenta con obra muy reconocida como la colección Presidentes de México en barro, que el abuelo de Pilar, Margarito Núñez Panduro inició en los años 20 del siglo pasado con Benito Juárez y que su papá continuó.
Después Pilar, quien con sus hermanas dirige el taller Raíces en Barro Núñez, modeló a los mandatarios desde Agustín de Iturbide hasta Lerdo de Tejada, en la colección que llega hasta Andrés Manuel López Obrador con un total de 59 figuras presidenciales.
En su taller, Pilar utiliza las técnicas tradicionales de modelado a mano de origen prehispánico, como el policromado en frío y el barro natural con baño de engobe, que es la más delicada pues la pieza no debe tener ninguna imperfección.
Su trabajo es totalmente empírico, aprendido de generación en generación, el cual se realiza de forma manual, incluso con sólo dos o tres palitos para modelar y pinceles hechos con cola de ardilla. Para Pilar es un oficio bendecido en el cual está por gusto, pues a pesar de la difusión aún hoy mucha gente no conoce este tipo de artesanía.
Sus obras se encuentran en museos de Japón, Estados Unidos y Francia y ahora están en evolución, pues por ejemplo ya no sólo se hacen figuras de carteros y jimadores, sino también de las profesiones actuales como el cardiólogo o la 4ª Transformación y las puertas de su taller están abiertas para todo el que quiera aprender estas técnicas tradicionales de modelado en barro, “para que continúe esto, pero no por lástima, por un gusto, porque no es un castigo hacer esto”.
También Jesús Hernández, de Tilcajete, Oaxaca, comenzó a los ocho años a trabajar en la confección de alebrijes. “Lo aprendí de mi papá, de mis tíos, es un trabajo de herencia que nos dejaron los abuelos”.
En su taller Copal Mágico, las piezas se hacen de copal, pueden ser figuras fantásticas que es el alebrije original, con la fusión de varios animales en un solo cuerpo y para el cual se utilizan ramas torcidas de formas caprichosas o el alebrije tona, que son esculturas comunes de animales como chivos, perros, elefantes o caballos.
Según el tipo de la madera, Jesús Hernández decide qué figura hacer, “lo que me nazca en la imaginación”. La pieza se talla, se lija, pasa al secado pues la madera se trabaja en verde, después a un proceso de curado para protegerla de los insectos y se vuelve a lijar.
Su esposa se dedica al decorado, que puede ser con grecas zapotecas, trazos y líneas que forman figuras geométricas y el que caracteriza a su taller, el puntillismo fino, realizado puntito por puntito de manera que ninguno se junte con otro.
Jesús pertenece a la tercera generación y sus hijos ya han comenzado a incursionar en esta tradición aunque a través de la innovación, pues el mayor de 19 años que estudia la universidad, diseña fundas para celular y para memorias usb con estas técnicas.
Los más pequeños ya pintan y juegan con la pintura, “así van aprendiendo, espero enseñarles y que ellos continúen a pesar de que tienen otras oportunidades, porque ya tienen el amor por el arte que hacemos”.
En Tzintzuntzan, Michoacán, Antonio Cornelio Rendón trabaja la fibra vegetal, en especial “la varita del trigo, mi familia se ha dedicado a eso de mucho tiempo y me enseñaron a hacer artesanía tradicional”, en figuras que van desde coronas, vírgenes, cristos, hasta adornos navideños como bastones.
Pero decidió hacer piezas más complicadas como soles y estrellas de popotillo, ya que con la experiencia, dijo, “no tiene límite el realizar artesanías, gracias a las técnicas que nos enseñaron”.
Desde los 9 años Antonio manipulaba el popotillo y ahora se dedica a hacer piezas cada vez más elaboradas. “Lo interesante es que se pueden hacer cosas más complicadas, estamos inquietos y hasta que no terminamos una pieza, quedamos satisfechos, pero continuamos con una nueva sensación de crear una más difícil”.
En su Taller de Artesanías Panikua está tratando de innovar con la creación de obras más grandes e incluso con piezas que pueden tener novedosos usos.
Actualmente trabaja en la confección de un vestido de popotillo que se pueda portar. Con dos diseñadores de moda franceses se encuentra en la creación de artesanías que puedan lucir como accesorios las modelos en pasarelas, del tipo de aplicaciones para el rostro y el pecho.
Al tiempo que buscar abrir el mercado europeo para sus artesanías, este maestro está interesado en enseñar estas técnicas porque “todos tenemos talento, quizá entre los niños artesanos haya un talento igual que el mío, han venido de escuelas, los niños me regalan ideas, convivir con ellos es importante, me alienta a continuar, a seguir creando”.
Y es que, dijo, algunos pequeños intentan realizar una artesanía simple y “cuando lo logran desbordan una energía tan grande que quieren continuar con otra y otra más complicada”, por ello, su taller está abierto para dar clases a todos los que quieran aprender a manipular el popotillo.
En otra latitud, en Chiapa de Corzo, Chiapas, Blanca López aprendió con su madre Felipa Hernández el arte del bordado. En su taller, Qhia Bordados, hacen diseños exclusivos de los tradicionales vestidos de chiapaneca, pero también para bodas y XV años, además de accesorios, todo personalizado, con las iniciales, flores o animales que pidan las clientas.
Las técnicas son tradicionales: el embollado que se realiza con puntadas largas y el petatillo, cuyas puntadas es en tramas como si fuera un petate, pues los hilos se pasan dejando ciertos espacios según el diseño.
“Mi mamá aprendió y ella me enseñó”, señaló Blanca quien apuntó que en Qhia Bordados se trabaja en familia, pues tías y primas participan en la confección de las piezas. “Hay bordados que la gente ve muy sencillos, pero son complicados, como el ‘regresado’ que es similar al embollado pero es con una puntada larga y una corta al mismo tiempo”.
Pero además de usar estas técnicas de bordado, Blanca se ha dado al rescate de diseños tradicionales. “Me encanta buscar fotos antiguas y ver los diseños que había antes, porque llegó un momento, hace unos 10 o 15 años, que a mi gusto hubo un estancamiento gráfico”.
A través de la revisión documental, en libros antiguos, descubrió más diseños, por lo que ha tratado de “rescatar ese legado cultural, no sólo lo clásico que se venía quedando, sino conocer parte de nuestra historia gráfica. Se ha innovado mucho en el taller, pero también ha habido rescates”.
También en Qhia Bordados están interesadas en enseñar estas técnicas tradicionales de bordado, porque “desafortunadamente mucha gente y los turistas creen que es hecho a máquina y cuando ven que se hace a mano es cuando le dan el valor, por ello es importante mostrar el trabajo, a veces somos muy celosos, pero se tiene que mostrar para que le den el valor de lo que cuesta”.
Finalmente, en Huasca de Ocampo, Hidalgo, José Ascención Olivo se dedica a trabajar todo tipo de cantera. “Venimos de familia, mis papás, mis abuelos, mis bisabuelos. En el municipio hay mucha cantera de recinto, que ustedes conocen como piedra volcánica”.
Empezó a los 10 años, cuando iba a la primaria también se dedicaba a “picar piedra” y ahora en su taller Artesanías en Cantera Los Arcos, hace cualquier tipo de pieza labrada en piedra, desde un molcajete y piezas para piso, hasta cualquier fachada, arcos, puentes y monumentos, “sobre diseño trabajamos lo que nos pidan”.
José Olivo es uno de los pocos en Huasca que aún trabaja con herramientas tradicionales, algunas de las cuales él mismo hace y como reconoce que es un trabajo pesado, advirtió que “ya quedamos pocos valientes” en este arte.
Por ello, indicó que se encuentra en la mejor disposición de enseñar este oficio. Ya dio clases en una secundaria durante un año “de a grapa”, para ver si salían buenos elementos pero no obtuvo mucho apoyo de los directivos del plantel.
Ahora confía en que con el programa Jóvenes Construyendo el Futuro del gobierno federal, se pueda dar a conocer este trabajo y actualizar a la gente que se quiera dedicar a él, pues en su municipio hay mucha cantera y es necesario impulsar el oficio.
“Yo estoy en la mejor disposición, de hecho quiero hacer un video de cómo se empieza a sacar la cantera y a darle forma, para inculcar esto, porque ya estamos quedando muy pocos, porque es muy pesado el trabajo, pero no hay necesidad de irse a buscar el sueño americano”.
José advirtió que aunque un cliente pida la misma pieza, en su taller se trabaja bajo la idea de que la nueva obra tiene que quedar mejor, “siempre tenemos que mejorar, porque nunca vamos a llenarle el ojo al cliente y siempre hay alguien que quiere algo diferente”.
En Los Arcos no sólo se trabaja por hacer mejor cada pieza sino en la innovación de piezas únicas y con un estilo propio, tratando de interesar a las nuevas generaciones en la técnica del labrado de piedra porque “ya estamos quedando poquitos, soy de los últimos que quedan, si no aprovechan, va a estar canijo más adelante”.
La importancia de las artesanías no sólo radica en los saberes ancestrales que preservan, ya que también tienen un gran impacto económico en nuestro país, pues en 2017 las artesanías representaron el 18.6 por ciento del Producto Interno Bruto del sector cultural.
De acuerdo con la Cuenta Satélite de la Cultura de México, el 22.4 por ciento del gasto realizado en cultura en el país que ascendió a más de 825 mil millones de pesos, se hizo para la adquisición de artesanías, sector en el que trabaja el 36.2 por ciento del total del personal empleado en cultura, que supera el millón 384 mil puestos de trabajo.
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