Rufino Tamayo, oaxaqueño clave de la vanguardia mexicana moderna
Ciudad de México, Méx.- El hombre ante el infinito, Dualidad, Fraternidad o el Fuego creador, Tres personajes, La gran galaxia, Retrato de Olga, El Universo, Niños jugando con fuego, Animales, América y Dos personajes atacados por perros, conforman parte de los más de mil 300 óleos, entre los que destacan 450 piezas gráficas, más de 20 murales, 358 dibujos, así como litografías y un vitral, que integran la obra de Rufino Tamayo creadas durante más de siete décadas de producción plástica.
El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura recuerda al muralista, maestro y pintor vanguardista por su aportación artística a México y al mundo al conmemorarse este 24 de junio su 28 aniversario luctuoso.
La herencia precolombina, la experimentación y las innovadoras tendencias plásticas que revolucionaban los ambientes artísticos europeos a comienzos de siglo enriquecieron la obra del pintor oaxaqueño, que legó dos recintos que se yuxtaponen: el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo -con mil 300 piezas arqueológicas coleccionadas, catalogadas y donadas por el artista- y el Museo Tamayo Arte Contemporáneo.
Rufino del Carmen Arellanes Tamayo nació en Oaxaca en 1899 y falleció el 24 de junio de 1991 en la Ciudad de México. Considerado dentro de los grandes muralistas de México, amén de la creación de su obra cubista, fue un gran exponente de arte semi abstracto y abstracto.
Desde los 16 años manifestó su interés por el arte plástico, mas no conforme con lo que éste le ofrecía, buscó otras expresiones de vanguardia, pues desde sus inicios pintó obras de pequeñas dimensiones que más tarde evolucionaron hacia un cromatismo de mayor brillo, rumbo a piezas con una temática social.
En 1928 fue profesor en la Escuela de Bellas Artes y 10 años después impartió clases en la Dalton School of Art de Nueva York, ciudad donde residió por casi dos décadas exponiendo y realizando diversos murales. En esta época la influencia que obtuvo marcó parte de su personalidad artística.
Su obra registra la evolución latente desde el uso de perspectiva lineal e influencias cubistas hasta desarrollar un estilo propio. En numerosas piezas el artista oaxaqueño plasmó elementos que hacen eco a las aportaciones de la ciencia y la tecnología relacionadas con la exploración del universo.
Desde joven, Tamayo demostró la inquietud por resaltar individualmente su presencia en los escenarios culturales de Nueva York y París y posteriormente en México. Considerado artista de caballete, uno de sus primeros frescos es el del Palacio de Bellas Artes en 1952.
Un año después realizó el mural El hombre, para el Dallas Museum of Cine Arts; en Houston creó América (1956); en 1957, en la biblioteca de la Universidad de Puerto Rico llevó a cabo su mural Prometeo y en 1958 realizó un monumental fresco para la nueva sede de la UNESCO en París.
Tamayo, quien ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de la Ciudad de México en 1917, obtuvo innumerables distinciones, entre éstas el Premio Nacional de Artes, en 1964; a principios de la década de los cincuenta, la Bienal de Venecia instaló una Sala Tamayo y obtuvo el Primer Premio de la Bienal de São Paulo (1953).
Cabe señalar que en 1957 fue nombrado por el gobierno de la República de Francia Caballero de la Legión de Honor. En 1961 fue elegido para integrarse a la Academia de Artes y Letras de Estados Unidos, antes había recibido, en 1959, su nombramiento como Miembro Correspondiente de la Academia de Artes de Buenos Aires.
Entre las distinciones académicas destacan el doctor honoris causa por la Universidad de Manila; por la Universidad Nacional Autónoma de México; por la de Berkeley; por la Universidad del Sur de California y por la Universidad Veracruzana.
Azules nocturnos, malvas, rojos vivos y encendidos, el impactante púrpura, una amplia amalgama de naranjas, rosados y verdes, forman parte de su paleta policroma que se traducen en símbolos irónicos o indescifrables expresiones del destino humano, lo que le permitió exponer de forma individual en Nueva York, San Francisco, Chicago, Cincinnati, Buenos Aires, Los Ángeles, Washington, Houston, Oslo, París, Zurich y Tokio, entre otras ciudades.
Considerado por especialistas uno de los grandes artistas representativos de la pintura de la segunda mitad del siglo XX, Tamayo se colocó como una de las figuras clave de la vanguardia mexicana moderna.
En 1928, tras regresar de Nueva York, ingresó como profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en 1932 fue nombrado director del Departamento de Artes Plásticas de la Secretaría de Educación Pública; aunque seis años después volvería a Nueva York para dar clases en la Dalton School of Art, por lo cual se trasladó a vivir a la ciudad estadounidense, donde permaneció casi 20 años, situación que provocó una gran evolución en el proceso artístico del pintor.
La propuesta mural de Tamayo plasma las raíces indígenas y los vínculos con la América prehispánica; en tanto que la creación de un vitral monumental es parte también de su trabajo mural, además de destacar su producción gráfica en la que hizo aportaciones de gran importancia en el campo del arte impreso, tanto nacional como internacional.
Se recuerda a Rufino Tamayo por ser también un gran conocedor del arte prehispánico, razón por la cual resguardaba una espléndida colección de piezas de ese periodo, las cuales en 1974 donó a su ciudad natal, lo que permitió abrir el Museo Rufino Tamayo de Arte Prehispánico. En 1981 donó su colección de arte internacional a México, formando así el núcleo de la colección del Museo Tamayo Arte Contemporáneo, en la Ciudad de México.
Las obras de Rufino Tamayo se pueden apreciar en recintos culturales de México, así como en edificios de varios países, en colecciones de museos y de particulares, pues se estima llegó a producir más de mil 300 óleos.
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